miércoles, 13 de septiembre de 2017

La verdad tras los ojos de la inocencia



Hola, tal vez ya me conozcan, -cómo no conocerme-, soy la hermosa, joven y perfecta sobrina del reverendo Parris. Mi nombre es Abigail, Abigail Williams, con mi tío vivimos en Salem, una pequeña congregación, si se puede decir, de aldeanos adeptos a la religión, el cristianismo, la moral, la ética, las buenas costumbres, y cualquier cosa que se apegue a eso. Cualquier tipo de vida que se pueda gestar en este lugar, gira en torno a todo lo dicho anteriormente, e incluso más. En este último tiempo me he podido percatar de eso, y también de que la mayoría, sino todas, las muchachas que aquí viven estas atestadas y sofocadas con todas estas reglas, todos los mandamientos, las obligaciones que nos impone el reverendo. Es por eso, que para hacer este lugar algo más interesante,  le pedí a Tituba, la sirvienta que trajo el tío Parris de Barbados – país reconocido por la práctica de la santería-, que me ayudara a hacer un conjuro, “un bebedizo” como dice ella. Reuní a doce muchachas, y seguimos al pie de la letra las indicaciones de Tituba. Betty, mi prima, estaba con nosotros y fue quien lamentablemente quien sacó la “peor parte” en todo esto, al parecer agarró una enfermedad que la tiene inerte en su cama. Se esparció inicialmente el rumor de que intentábamos dilucidar el porqué de las muertes de las siete hijas de la señora Putnam, invocando y preguntándoles a sus espíritus; creo que lo asociaron con la participación de la única hija de los Putnam, Ruth. Pero mi verdadero objetivo era lograr la infelicidad, el sufrimiento o incluso la muerte de la maldita Elisabeth Proctor. Ella es mi único obstáculo para ser feliz con John Proctor, su marido, pero mi hombre.
Imagen extraida de es.pinterest.com/eyesofacannibal
Antes de que todos se reunieran en la habitación de Betty, con la mala justificación de querer saber cómo esta –yo sabía que solo buscaban información para saciar y completar sus ansias de rumores, ya que ni ellos tienen algo más interesante que hacer- Mi tío me interrogó con la misma pregunta una y otra vez  ¿Qué hicisteis en el bosque?” (Miller, 2013)  Yo solo me dedique a contestar que bailábamos, le dije que no me avergonzaba de nada, porque nada malo había hecho…o nada malo debe hacer la sobrina del reverendo Parris o de cualquier reverendo. Cuando llegaron todos, de inmediato salió a la luz el tema “brujería en Salem”; yo lo negué, lo negué hasta el final. En un momento se fueron algunos y solo me quedé con Mary, Marcy y Betty, aun dormida… eso creíamos, de un salto se incorporó, comenzó a balbucear cosas sobre el ritual, todo lo que hicimos, la hice callar -a todas- nadie debía hablar sobre lo que hicimos. Esa idea duró muy poco, específicamente al momento en que llega un tal reverendo Hale, hizo hablar y confesar a Betty;  la vi y oí relatar nuestro conjuro, cada detalle, y luego los nombres de las personas que supuestamente están  con Satanás; también confesé y comencé a decir nombres, era mi oportunidad.

3 comentarios:

  1. No puedo creer lo que nos has hecho sin el menor remordimiento, que Dios se apiade de tu alma mujer pecadora, como si practicar actos profanos no fuera suficiente intentaste usar brujería y nos mentiste a todos. No puedo creer que confié en ti, tus padres estarían decepcionados.

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  2. Con que al fin te has dignado a relatar todos lo que nos obligaste hacer y no queríamos. Ingrata, culpaste a Tituba frente a todos, dejándote como la niña objeto, la niña víctima, cuando tú eras quien estaba detrás de esto. Espero Dios se apiade de tu alma, porque por mí, no tendrías perdón.

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  3. Lo sabía muchacha. Desde que llegué algo había sentido en ti, y no me equivocaba... nunca lo hago. No eres para nada sincera y solo piensas en ti. ¡Dios! intente advertirlos a todos, pero, como siempre, lo más obvio es lo que menos quieren escuchar.

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